Los últimos segundos…
(Foto: @alfonsohernandeztorres)
Aquellos escenarios los vivo cada día cuando voy a mi trabajo en Fleet Street, paso por la Delegation of the Government of Catalonia y veo el lazo amarillo en la bandera catalana. Me encuentro con aquel hombre entrado en años, inerte, y su bandera de la Unión Europea frente al edificio de Royal Courts of Justice, también algunas agrupaciones ecologistas se agolpan en la puerta que reivindican temas variados como la lucha contra el plástico o el no al desperdicio. Con una de mis compañeras de trabajo (que me ha regalado una esponja vegetal), me he comprometido a cuidar de nuestro entorno inmediato, acabamos de reciclar todo el papel olvidado de la fotocopiadora y hemos pedido en una aplicación móvil (TooGoodToGo) en contra del desperdicio, la cena para esta noche. Mañana, tal vez nos aventuremos con otra aplicación (OLIO), su mensaje nos gusta: «compartir más y tirar menos» (Share more. Waste less). Cerramos todos los días, porque acabamos tarde y nos quedamos hablando frente a las últimas campanadas de la iglesia de St. Clement Danes y rápido pasa el autobús urbano que navega por las postales de Londres, hoy me sentaré donde los turistas y me acompaña otra de mis compañeras que viven cerca de mi barrio, la conversación navega entre las últimas líneas del absurdo desde Exmouth Market hasta Beresford road y nos despedimos con una sonrisa.
Las noticias de China nos avisan que una pandemia les afecta desde hace un par de meses y es inminente su salida al mundo. El presidente Boris Johnson pensó que era mejor pasar por la enfermedad, inmunizarnos, prepararnos para perder seres queridos, pero cuando pasó el fin de semana, nos «aconsejó» quedarnos en casa. Un cambio de opinión que encontró su argumento en lo que estaba por venir.
Las ciudades se llenaron de sonidos de ambulancia, los hospitales no tenían mas espacio, las plazas se quedaron vacías y nos quedamos de repente, sin abrazos, sin poder vernos y sin nuestra cotidianidad.
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