Coimbra

(Imagen de Coimbra sobre el río Mondego de turismoportugal.blogspot.com)

En las ciudades en las que he vivido, siempre me quedo con un café nostálgico, una música imperante, imágenes detenidas y un millón de recuerdos llenos de amigos y de personas que han significado mucho, hoy me llegó un mensaje  de una amiga por la red social que ocupa nuestras vidas y me preguntaba por aquellos lugares comunes que le hablé un día de la ciudad lusa.

Allí se quedó el café Couraça acompañando las tardes y los sueños, donde se veían los mejores atardeceres, con la competencia del café de Químicas, claro está, porque siempre había otro lugar que superaba al otro, pero al menos el Couraça te dejaba escribir cartas y mas cartas, cuando se escribían, porque el correo seguía siendo el protagonista de la soledad. Ahora se escribirán mensajes por los diferentes smartphone y se perderán el sol que se está poniendo y la luz que quedaba después del chiribiri continuo del invierno.

En las noches de la Associaçao Académica siempre había lugar para todos y cumplía cualquier afición o deseo, desde si te gustaba hacer alpinismo como si querías cantar en un coro, daba igual, había actividades de todos los gustos y preferencias.

El Café Santa Cruz lo dejábamos para los jueves, donde algunos nos reuníamos para intercambiar versos, como "Marionetas na chuva" que después fue el título de nuestro libro conjunto que publicamos y con el dinero hicimos una fiesta por la rua dos combatentes.

Coimbra, la califiqué muchas veces de ciudad de la locura con la banda sonora de O espíritu da paz de Madredeus y donde nos hacíamos vegetarianos si frecuentábamos la cantina amarela, aquellos tiempos en los que quedaba mucha vida por delante y militar por una vida u otra formaba parte del encanto de aquel año.

El Crucero, una edición bilingüe que publiqué después en Brasil tenía mucho del sentir de ese año, y hablo de año, porque a pesar de todo nunca he vuelto a Coimbra, siguiendo a Macondo en Cien años de soledad, y que después rememora una canción de Sabina, Peces de Ciudad "a aquella ciudad donde fuiste feliz nunca haz de volver".

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