Budapest






Los sonidos hacen también la imagen de una ciudad, el sonido de los tranvías que siempre me dejaban en la parada de Oktogon después de venir de Nyugati Pu. siempre se mezclaba con las voces que se escuchaban por los megáfonos de la estación de tren y la música que sonaba en aquel instante en el ipod. Aquel viaje en el tranvía era siempre el más largo de todos porque pasaba secuenciado en los segundos de la vida de un gran número de personas que subían y bajaban en aquel momento, compartían contigo su espacio y cruzaban sus miradas abstraidas hacia el infinito de las ventanas que se asomaban a los paisajes urbanos de la korut.

Después de aquel viaje siempre había alguien esperándote en mitad de la esencia de una ciudad que estaba cerrando sus cicatrices de la historia, aquellos sonidos se quedaban lejos de repente y servían de marco para un ¿qué tal estás? y para hacer millones de rimas de la realidad que nos rodeaba o para imaginar historias que también formaban parte de nuestra vida. Una caesar salad siempre esperaba en el magdalena, claro si es que con tanta pasta luego pasaba lo que pasaba pero no había manera de renunciar a un Gundel palacinta o a un somlói galuska siempre que era compartido, ya que mientras nos lo comíamos parecía que estábamos cometiendo el mayor de los pecados y después decíamos, no ya no más y cambiábamos de tema rápido.

Lugares comunes que se quedaron escondidos en el recuerdo y en el aire helado de los inviernos mientras paseábamos por Liszt Ferenc ter o por la calle del Mai mano, después de caerme de la silla frente al moline rouge porque en aquel momento descubrí donde se encontraba esa calle, ya sabéis por qué, aquello superó al antes y el después del mundo canadiense. La iluminación de la navidad, las noches en el szimpla kert, casi nos teníamos que caer de casa para ir o en el soda, siempre a última ahora, aunque en Wesseleny sucedían muchas mas cosas, rodajes de pelis y millones de palabras compartidas. Altitos, bajitos, eslavos, subsaharianos, paseaban por las nubes de Eslovenia y Transilvania, comiendo naranjas para no resfriarse.

El Danubio siempre nos acogía los fines de semana, aunque una vez estuvimos atravesándolo en submarino, tal vez porque Europa se desbordaba y el cambio climático nos hacía vivir otras estaciones. Miles de sensaciones que se han quedado dentro de mí y que ha sido el mejor de los regalos de la última primavera.


¡Gracias a todos!

Comentarios

julio ha dicho que…
"eslavos, subsaharianos, paseaban por las nubes de Eslovenia y Transilvania, comiendo naranjas para no resfriarse."
Muchas veces lees un texto y casi sin notarlo, hay una frase que de repente te pega una hostia. Suele ser en textos llenos de verdad.
Enhorabuena
NYC ha dicho que…
Budapest tiene ausencias incurables, entre ellas la tuya.
NYC
Churru ha dicho que…
Olores, sabores... Realmente cuentas las cosas de una manera que te envuelven, y parece que estés visitando la ciudad en ese momento :)
Muy bonito, Alfonso.

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