Río, un lugar para la paz
Podemos decir que Río es una de esas ciudades a las que debemos volver siempre, es la sensación que sientes cuando visitas uno de esos lugares de los que siempre te han hablado y de repente te encuentras en medio del Pão de açucar y te preguntas ¿dónde estoy? realmente el paraíso existe, puedes mirar a cualquier lado y descubrir un nuevo paisaje, un nuevo color, una nueva luz, sobre todo si lo que estás contemplando es un atardecer y dejas pasar el tiempo sentado en algunos de los miradores orientados a cualquier parte, aunque es imposible no ver como desaparece el Corcovado entre las nubes, la posición de la luna y todo un universo que gira alrrededor.
El MAM (Museo de Arte Moderno) fue el punto de partida para comenzar mi visita a la ciudad, un edificio que parecía sostenido por gotas de agua, así navegué hasta el centro de Río que es como pasear por Lisboa, te da incluso la sensación de que alguna vez has estado allí, pero siempre hay un sonido, un olor, un sabor que te dice que estás muy lejos de aquello que fue tu realidad. El Centro Cultural Banco de Brasil, el Teatro Municipal y el Real Gabinete Português de Leitura fueron los puntos que sirvieron de eje para perdernos por las calles, un sábado en el que cada paso que dábamos era el cierre de una tienda, parecía que te iban fabricando el camino para que no te perdieras en un territorio desconocido dejándote una puerta abierta, la Confitería Colombo en la que pasé bastante tiempo antes de ir rumbo a la playa y contemplar otro atardecer en Bocafogo donde todo el mundo dejaba su descanso a la tarde y al crepúsculo.
Copacabana e Ipanema se quedaron para los momentos de pensamiento, de reflexión ya que el mar siempre te da la respuesta, solamente tenemos que escucharlo, un espacio acorde a los sentidos.
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